Casi todas las grasas químicamente modificadas pueden ser perjudiciales para el organismo. La hidrogenación es el proceso que convierte los aceites líquidos en grasas sólidas, creando grasas trans. Durante años los fabricantes han utilizado parcial o totalmente estos aceites hidrogenados para prolongar la vida útil y la estabilidad de los alimentos procesados.
De acuerdo con la ADA, los alimentos que contienen grasas trans industriales derivadas, generadas en el proceso de hidrogenación, deben reducirse al mínimo y la American Heart Association recomienda no consumir más de dos gramos de grasas trans por día. Investigaciones recientes han demostrado que las grasas trans son de 2 a 10 veces peores que las saturadas en su impacto global en la salud del corazón. También evidencian que son factores claves en la formación de estrías grasas que posteriormente maduran hasta convertirse en placas que obstruyen las arterias, además de debilitar el comportamiento de las células encargadas de regular el ritmo cardiaco, lo que se puede traducir en arritmias, una de las principales causas de muerte cardiaca súbita. Adicionalmente, estudios han concluido que los ácidos grasos trans desempeñan un papel en enfermedades crónicas como el cáncer de mama y colon, y la diabetes tipo 2.
Las grasas trans se pueden encontrar en alimentos pre-cocidos o pre-listos para la cocción, alimentos fritos, los alimentos procesados hechos con aceites vegetales parcialmente hidrogenados, entre otros. Por su parte, el aceite de palma es naturalmente libre de grasas trans, ya que tiene naturalmente propiedades de grasa semisólida, por eso es versátil y la fracción sólida, es decir, la estearina de palma, hace que la hidrogenación del aceite de palma sea innecesaria. Por lo tanto, los productos alimenticios que lo contienen como ingrediente único o principal son esencialmente libres de grasas trans.